Palacio de la Autonomía —Licenciado Primo de Verdad núm. 2, Centro Histórico—
Lunes a domingo, de 10:00 a 19:00 horas.
En esta gran ciudad en la que encontramos pequeños espacios que nos transportan momentáneamente a otros tiempos,
encontré esta exposición sobre la tumba de Tutankamón, uno de los más conocidos faraones del antiguo Egipto.
Sobre éste quizá todos hayamos escuchado el final trágico que tuvieron sus descubridores, de ahí la famosa
maldición de Tutankamon, pero más allá de la superficie nos remonta a esta antigua civilización, que fue una
de las fuentes de conocimiento y espiritualidad que iluminaron a la humanidad. No debemos olvidar que todas las
culturas en esa parte del mundo se vieron influenciadas y abrevaron en la fuente de conocimientos que los
egipcios nos heredaron. Entre ellos una visión del mundo, los dioses, la mitología y por supuesto, de nuestra
psiquis. Por ello les invito a visitarla.
Los egipcios partían del hecho de que existían muchos dioses y una sola naturaleza. Egipto
disfrutaba de una situación privilegiada, al haberse situado a la orilla del Nilo, lo que
inevitablemente le ayudaba a asegurar buenas cosechas. Esto, aunado a la cría de ganado,
fortalecía en ellos una visión de abundancia.
Su especulación religiosa sólo se interesó en el origen de la estructura del mundo, del universo.
De ahí se derivó optimismo y alegría de vivir.
Lo que crea un aire de misterio alrededor de su religión son sus dioses antropomorfos con
características humanas, es decir que también amaban, odiaban, mentían o se enfurecían. Los dioses
no se muestran como divinidades reveladas, sino que emanan de la experiencia; son como engranes
o motores de fenómenos humanos.